BIENVENIDOS A CANOA
Finalmente llegó la hora de marcharse de la fiesta de Elizabeth, Roberto la trató de convencer de que se una al viaje. Ella le había dicho que sí, pero Roberto dudaba de que ella en realidad iría.
Pava Loca le había dicho a Lorena que se venga a Canoa con ellos, pero ella decía que para ir a Canoa, ella prefería un viaje más corto a Montañita. Y asunto concluido. Todos se fueron a sus casas. La fiesta había acabado. Doménica, nuevamente fue a dejar a Ballenita a los hermanos Russo, y quedaron en encontrarse a las cinco de la mañana para salir a Canoa.
Aquella noche, cuando los hermanos Russo llegaron a su casa en Ballenita, estaban excitados con la perspectiva del viaje y no tenían sueño.
Ni bien entraron en la casa, se fueron directamente al patio con la radio de pilas tronando a todo volumen una canción de Led Zeppelin, y encendieron en el centro de la duna, sobre los restos de anteriores fogatas, una gigantesco fuego, que los alumbre el máximo tiempo posible y que aleje los mosquitos. Luego cuando la fogata se extinguió, subieron a sus cuartos para acostarse y dejar fluir en la oscuridad de la noche sus pensamientos de manera ininterrumpida.
Tal vez aquella noche sería una de esas en que los dos hermanos se la pasaban toda la madrugada conversando sobre surf, chicas, fiestas, modas, playas desconocidas y sobre los misterios de la vida, como por ejemplo sobre la vida del filósofo griego Anaximandro, alumno de Tales, diestro cartógrafo que era el creador de magníficos mapas náuticos, inventor del reloj solar, y que había predicho un terremoto en Esparta, salvando la vida de sus habitantes y también hijo de Mileto.
Veinte años más joven que el maestro Tales, afirmaba que el origen de la vida no se hallaba en el agua porque de ser así, la primacía de este elemento hubiera sofocado la existencia de los demás como el fuego, la Tierra y el aire. Anaximandro afirmaba que el origen de la vida era el Super-elemento llamado ápeiron que funcionaba como una especie de árbitro y que ponía en su lugar al elemento que cruzaba sus límites con respecto a los demás.
De los muchos libros que escribió sólo quedó para la posteridad este fragmento:
El principio de los seres es el infinito...de donde viene la vida de los seres y donde se cumple también su destrucción, según la necesidad, porque todos pagan, el uno al otro, la pena y la expiación de la injusticia, según el orden del tiempo.
Pronto la luz de dedos rosa de la aurora los sorprendió en estas profundas cavilaciones y se aprestaron a bajar a la cocina para ver qué se preparaban para el desayuno.
Joey optó por poner a hervir en agua cuatro huevos. Y Danni fue al patio, habilitó una vieja parrilla y puso sobre las brazas unos pedazos de carne y empezó a asar sus grasas al carbón.
Joey también puso a calentar agua para preparar unos cafés para los dos. La madrugada era fría y empezó a garuar, despacio primero, y luego con mayor fuerza.
Los hermanos Russo comieron con fuerza y apetito, porque sabían que les esperaba un largo viaje. Luego se entregaron con energía a la solitaria labor de revisar las tablas para ver si tenían algún hueco que parchar con cinta impermeable o para colocarle una capa extra de cera antideslizante, sex wax.
Entonces en medio de la penumbra de la madrugada se escuchó el pito del Land Rover y las puertas del vehículo que se abrían y se cerraban de golpe. Pronto Doménica y Nicole estaban dentro de la casa de los hermanos Russo y en el porche, dejaron las grandes maletas con las ropas y Doménica le pidió de comer a Danni. El chico Russo, besó a su enamorada en la boca y rápidamente se dirigió a la cocina a preparar una olla de arroz con pedacitos de coliflor, frejolitos palito, que habían dejado remojabdo la noche anterior para que esté suave, y todo sazonado con albahaca y arverjitas, y luego abrió una lata de atún, también preparó una jarra de fresco solo.
Nicole cogió un periódico viejo y leyó un artículo de un tal J.G.G.:
El General Robert Lee, comandante en jefe del ejército confederado durante la guerra de secesión norteamericana, cierta vez elogió mucho a un oficial que lo había censurado. Su interlocutor, muy asombrado, dijo a Lee:
Mi general, probablemente no sabe las cosas que ese hombre ha dicho de usted.
Lo sé-replicó Lee-. Pero me preguntaron qué opinión tengo de él, no qué piensa él de mí.
Luego continuó con la lectura de otro artículo similar firmado por un tal A. P. y dijo:
El presidente norteamericano Gerald Ford, al observar un retrato suyo donde aparece con la mano izquierda en el bolsillo, comentó: “Como conservador en materia fiscal, siempre me agrada ver a un político que tenga la mano metida en su propio bolsillo”.
Mientras Danni preparaba el desayuno, Doménica se le acercó por detrás y lo abrazó con ternura. Este fue un sentimiento nuevo en la vida de Danni Russo. La única ternura que él conocía hasta entonces era la de su madre y la de su padre. Pero nunca había sentido la ternura de una mujer. Ella lo abrazó y apoyó su cabeza sobre su ancha espalda. Para Doménica todo un nuevo mundo le había abierto las puertas al conocer a Danni: el surf, los viajes, las fiestas.
Hasta entonces, para Doménica, Salinas no era más que un lugar desértico y caluroso que no tenía ningún interés, un lugar aburrido donde pasar las vacaciones mirando gente extraña y donde pasar encerrada viendo televisión.
Ahora, con Danni, conocía un lugar para ir a patinar, escuchar música, conversar con sus amigas, comer ricos hot dogs y ver la vida con nuevos ojos. ¿Era esto lo que sentía su mamá por su papá?, ¿era esto lo que los profesores de literatura en el Liceo Panamericano le hablaban cuando pronunciaban la palabra amor?
Con Danni, Doménica se sentí segura e independiente. Nunca sabía lo que iba a pasar en ese día. A diferencia de estar con sus padres donde siempre sabía lo que iba a pasar o lo que iban a hacer, con Danni todo era un misterio. El azar dominaba sus vidas. De pronto sus melancólicos pensamientos fueron interrumpidos por Joey y Nicole, que les dijeron:
¡Las carnes ya están listas!
Ok-dijo Danni-, sírvanlas pronto-.
Doménica se había levantado tan temprano para ese viaje como cuando se levantaba para ir al colegio, y no había tomado desayuno, por lo que se sentía hambrienta. Devoraba esos pedazos de carne con un hambre exquisita, ésta por ejemplo, era otra nueva sensación que descubría al conocer a Danni.
Después de las carnes asadas, vinieron los platos de arroz humeante y las chicas se servían la comida con impaciencia, lo devoraban todo hasta el último granito y luego se refrescaban al servirse sendos vasos de fresco solo.
Danni iba de la cocina al comedor con la premura y la perfección de un gran chef italiano. Sólo le faltaba la gorra de cocinero. Cuidaba de que todos estén bien servidos y luego se fue al patio para apagar bien el fuego y evitar un incendio.
El temor a un incendio en aquella casa de madera era la pesadilla constante de los hermanos Russo. Siempre estaban revisando las llaves del tanque de gas, las cenizas de las fogatas y mirando por todos lados para evitar cualquier chispa que provocara una flama mortal, que consumiera su preciosa casa de madera.
De pronto, afuera, se escuchó el claxon de la Station Wagon de Manuel Fernando que venía con Ingrid, Pava Loca y Roberto. Ellos también entraron muertos de hambre y Danni tuvo que poner aceite en la cacerola, hacer una mezcla de harina, huevos y aceite, y junto a su hermano ponerse a batir y batir hasta que la masa de los panqueques esté lista para poner a freír.
Pava Loca estaba bien sentado en la sala, leyendo en aquellos periódicos viejos y muriéndose de la risa cuando la pequeña Nicole le preguntó:
¿De qué te ríes?
Escucha esta noticia- le dijo Pava Loca-.
JOVEN GOLPEA A SU ESPOSA DE 77 AÑOS
Roma, (EFE).- Un joven de 28 años ha sido detenido en la localidad de Colobraro, en el sur de Italia, acusado de extorsionar y propinar frecuentes palizas a su esposa de 77 años, dijo la policía.
La propia anciana había denunciado a los agentes los malos tratos que sufría a manos de su violento esposo, Massimo Di Napoli, a quien habría entregado bajo amenazas más de cien millones de liras (cerca de cincuenta mil dólares), según declaró. La insólita pareja había contraído matrimonio hace dos años.
Uuyyy, ¡pero qué horror!-dijo Nicole-, ¿y eso te hace gracia?
¿Y a ti qué te pasa?, ¡claro que me produce risa!, ¿no te parece absurdo y chistoso esta locura?
A mí me parece horroroso y tremendo-dijo Nicole-, para empezar la diferencia de edad y luego las golpizas, a mí me parece un asunto de locura.
Sí, sí, pero no es para tanto.
Al rato apareció en la cocina Joey y Danni, todos sudados, con la bandeja de plástico llena de panqueques bañados en miel de caña.
Uyyy, ¡qué sabroso se ve eso!- dijo Roberto que era el más gordito y melenudo del grupo-.
Todos a comer- dijo Danni-, todos vengan a comer que ya está servido.
Miren, escuchen esto, se trata de un artículo del profesor Paul Samuelson, un economista famoso que mi papá siempre cita-dijo Nicole- y de inmediato se puso a leer:
AMOR
29 de diciembre de 1969
¿Un economista escribiendo sobre el amor? Después de eso, seguro que los fontaneros se pondrán a escribir sonetos sobre la belleza.
Me refiero, por supuesto, al amor no en el sentido griego de eros, sino más bien de ágape (que la tercera edición del Diccionario Webster define como “amor espontáneo y altruista que se expresa libremente sin cálculo de coste o ganancia para quien lo otorga o de mérito en quien lo recibe”). Pero no estoy seguro de que estos dos conceptos puedan divorciarse-ejem-del todo: puede que los problemas de Soames Forsyte en la cama tuviesen cierta relación con su arrogante sentido de la propiedad.
Si en las siete primeras ediciones de mi manual de introducción a la economía logré omitir la palabra amor en el índice, ¿por qué no puede la octava arreglárselas sola? No es que se me hayan reblandecido de pronto los sesos, de veras. Más bien se me ha despejado la cabeza con cierto retraso: para explicar los hechos científicos que tenemos que explicar, si no hubiese existido el amor habríamos tenido que inventarlo. Es evidente que contradigo lo que me enseñaron en la Universidad de Chicago como primera y única ley de la economía: “Todo tiene un precio”.
Sí, sí, ¡qué divertido!, ¿pero quién entendió lo que leyó Nicole?- dijo Manuel Fernando-.
Y todos los chicos rieron. Y después se quedaron unos instantes en silencio mientras comían los panqueques.
Nicole dijo interrumpiendo el silencio:
- ¡Acaba de pasar un ángel!
Cuando terminaron se dispusieron a coger las cosas y las tablas y meterlas en el Station Wagon de Manuel Fernando.
El viaje empezaba. Todos a bordo en el Station Wagon con rumbo a Jipijapa, Portoviejo, Tosagua, Bahía, pasar la Satation Wagon en la gabarra y de ahí de San Vicente a Canoa.
A los chicos los esperaba largas horas de viaje por una carretera fría, sinuosa y desértica. Horas y horas de viaje. Un viaje largo y perezoso, contemplando los hermosos paisajes desérticos.
En el momento en que salían de Chuyuipe se dieron cuenta que los padres de los hermanos Russo venían en sentido contrario, llegando del Guayas. Danni le dijo a Manuel Fernando que se detuviera y se bajó del vehículo para ir a hacer señales al otro, que venía en sentido contrario para que se detuviera. Danni habló con sus padres y consiguió sacarles algunos sucres, y luego volvió a embarcarse en el vehículo de Manuel Fernando.
Cuando llegaron a la playa de Bahía de Caráquez, ahí se estaba celebrando la fiesta de una chica de apellido Estrada. Todos estaban disfrazados y bebiendo canelazos dentro de una gran cabaña con techo de paja y construcción de caña y todo decorado con globitos y serpentinas.
Apenas pisaron suelo de Bahía fueron al mercado central para proveerse de tamales, bollos, empanadas de camarón, corviches, natillas, huevos fritos con bolón, cebiches de pulpo y mixtos. Todo el grupo comió con apetito después de tan largo viaje y Doménica y Nicole observaban a las chicas de Bahía de Caráquez y a sus habitantes como si fueran seres de otro planeta; una civilización más atrasada en el tiempo, como si en aquel lugar la moda se hubiera estancado en la época dorada de Bob Marley y la música jamaiquina de reggae.
Cuando terminaron de almorzar, subieron por la calle del parque del obelisco y se percataron de que a esa hora de la tarde, ya no funcionaba la gabarra o barcaza que los llevaría a San Vicente y por último a Canoa. Pero los chicos de Bahía no los querían aflojar y las chicas formaron un círculo alrededor de Ingrid, Doménica y Nicole. Todo el mundo bebía, bailaba y bailaba.
Manuel Fernando se enteró por boca de un chico de Bahía de Caráquez, que más allá de la playa de Canoa se encontraban unas cavernas llamadas LOS APOSENTOS, donde se efectuaban encuentros amorosos de todo tipo. Todo eso tenía que ocurrir en marea baja porque si a los amantes los sorprendía la marea llena quedarían atrapados de manera peligrosa. Manuel Fernando tomó nota del dato y se lo guardó para contarlo a los chicos más tarde.
Las chicas estaban cansadas por el largo viaje, así que de manera muy cortés se fueron abriendo del grupo de alocadas danzarinas, que las habían recibido como seres de otros planetas y se fueron directo a la Station Wagon a dormir en los colchones que estaban en su interior.
Roberto y Pava Loca se pusieron de acuerdo con Danni y Manuel de que no era justo que las chicas pasaran incomodidades, y se fueron despidiendo de los demás fiesteros y se fueron a ver si contrataban una lancha que los cruzara a San Vicente. Pero todo fue inútil. Tendrían que pernoctar en Bahía, así que se fueron al hotel VERA y se metieron todos en un cuarto para dos personas.
Aquel hotel de madera estaba provisto de corredores estrechos y paredes de madera pintadas de verde con blanco, que despedían un olor rancio a queroseno.
Las camas fueron ocupadas por las chicas. Por suerte las tablas de los chicos estaban forradas con fundas para dormir o sleepings bags, y el dormir no fue un problema.
En sus inicios, como surfistas, habían aprendido a dormir en carpas pequeñas para dos personas, carpas que se desarmaban con los ventarrones de las madrugadas, y que había que volver a armar medio dormidos, en medio de la noche. En definitiva estaban acostumbrados a pasar incomodidades con tal de correr olas grandes. Como las chicas estaban muertas de hambre, se sirvieron los corviches y las empanadas de camarón que habían comprado en el mercado central de Bahía y que habían guardado como reserva.
En medio de la noche, Manuel Fernando le comentó a Roberto, Pava Loca y Danni sobre el descubrimiento que había realizado sobre aquella playa del amor llamada LOS APOSENTOS, y sobre la advertencia que le habían dicho sobre la marea alta. Tarde o temprano tendrían que ir a conocer aquellas cuevas de rocas empinadas.
Ya era de madrugada y los chicos apagaron las luces y se hizo el silencio. De pronto Zeus, el que nubes reúne, desató una tempestad tropical y empezó a llover torrencialmente y de las paredes del hotel se desprendía una humedad dulce y fragante, que inundó el ambiente con olor a sándalo.
Los chicos se sentían protegidos en aquel pequeño cuarto de dos camas.
Nicole se puso a rezar el padre nuestro mentalmente. Mañana sería otro día.
El tiempo que pasaron durmiendo transcurrió raudo y casi no lo podían creer cuando llegó la madrugada y el amanecer. Todavía se sentían cansados.
Las chicas no se querían mover de sus camas, y Pava Loca estaba apurado porque todos se movieran y se vistieran de manera rápida.
Pronto estaban con destino a la gabarra, que los transportaría con Station Wagon y todo a San Vicente, y de ahí, por la playa, en marea baja, a Canoa. Pasaron por LA OLLA DE BRICEÑO, BRICEÑO y finalmente llegaron a CANOA.
El espectáculo que ofrecía el transporte de la gabarra, con sus aguas de color verde esmeralda y su viento fresco era tremendamente bello y salvaje. Muchos niños pobres se la pasaban lanzándose al agua desde los estribos de la gabarra hasta cuando esta arrancaba con destino a San Vicente.
Era un espectáculo folclórico de primera, el ver a las chicheras cargadas de gente, pollos y mercaderías deslizarse por la arena en marea baja, con rumbo a Canoa.
Cuando llegaron a Canoa lo primero que los asombró fueron el rugido del oleaje que reventaba con gigantescos tumbos de olas sobre las orillas.
Canoa asombraba con su malecón y su calle principal llena de gente y algo de comercio. Pero lo que más sorprendió a los muchachos fue el tremendo desfile que se desplazaba por la calle principal como si los locales se hubieran enterado de que llegaban ellos y lo hubieran ejecutado en su honor. En las esquinas había puestitos que vendían del fuerte canelazo.
El desfile estaba animado por cachiporreras, payasos, fuegos artificiales y la música de la banda local.
Al fondo de la avenida principal estaba el pico con sus olas de tres metros y de dos cuadras americanas de distancia.
Danni divisó una mancha de delfines, cabezas de tortugas marinas, que emergían de vez en cuando. Unos locales estaban jugando voley y los invitaron, pero la necesidad de meterse en el agua era tremenda.
Pronto, pronto, se quedaron en los pantalones de baño, cogieron las tablas y se metieron al agua.
Había que remar del putas, loco. Remar y remar a toda prisa, para evitar las barredoras que se les venían encima. En aquella playa de Canoa, dabas dos pasos dentro del agua y ya estaban mar adentro, vapuleado por fortísimas corrientes marinas. Los chicos se quedaron pasmados, cuando al llegar a la punta de Canoa se percataron que una mancha de delfines se encontraba en el punto de quiebre caracoleando sobre las olas.
El primero en llegar fue Pava Loca, que en el playero de Canoa le daba la espalda a la ola. Rápidamente se posicionó y se fue en una ola de tres metros. De inmediato puso las manos apropiadamente y doblando las rodillas se tubeó en medio de aquella mole de agua. Mientras se tubeaba, Joey iba remando y lo observaba todo hasta cuando él también llegó a la punta para esperar la llegada de las mamas rusas.
La ola de Canoa era un beach break, lo que significaba que no había un point fijo donde coger la ola, sino que era una multitud de picos que se formaban y que los surfistas tenían que remar de un lado para el otro para cazarlos e irse en una de sus olas.
Roberto, Manuel Fernando y Danni remaban despacio, como saboreando el bello momento que estaban viviendo. Cuando llegaron al punto no se apresuraban en coger olas como locos como hacían Joey y Pava Loca, que parecía que estaban en un mano a mano de alguna loca competición imaginaria.
Danni remó una ola de cuatro metros y se fue en ella, dejando una estela de agua en el aire. En la cabeza de Danni sólo había una idea: llegar hasta debajo de la ola y subir lo más aprisa posible.
Las chicas no podían creer lo que estaban viendo. Sus amigos parecían unos puntitos diminutos comparados con el tamaño de las olas que montaban.
Afuera las chicas se frotaban sus estilizados cuerpos con Coopertone, enterraban los pies en la arena, acomodaban el viejo parasol, se entretenían con la vista de la playa virgen y selvática de Canoa y comenzaron a hablar sobre las distintas formas de besar.
Después de un rato de conversación todo se interrumpió, cuando Danni salió del agua para ir directamente donde se encontraba recostada Doménica sobre una toalla. Y luego le preguntó:
-¿Quieres pasear al otro lado del cerro?
¿Qué hay por allá?-respondió inocente Doménica-.
Una playa para enamorados llamada LOS APOSENTOS, ¿quieres venir?
¡Bueno, vamos!
Danni y su enamorada pasaron un buen rato caminando por la playa abrazados hasta empezar a subir por el caminito entre la selva tupida, que los conduciría hasta las cuevas de LOS APOSENTOS.
Cuando llegaron, aprovecharon la marea baja para adentrarse entre el largo laberinto de rocas. Cuando llegaron a una pequeña duna entre la arena, Danni se acostó y le hizo señas a Doménica para que se recueste a su lado. Luego Danni le preguntó dulcemente a su morenita:
¿Hace cuánto que no me besas?
Hace una larga hora –respondió ella con una sonrisa pícara en sus labios-.
¡Déjame besarte!- le dijo Danni-.
¡Bueno!
Danni empezó por juntar sus labios a los de su enamoradita y ella se dejaba hacer tranquilamente, hasta parecía también disfrutar de aquel momento. Entonces Danni le dijo al oído:
Doménica, déjame besarte las tetitas, ¿sí?
¡Danni!- se quejó media asustada y escandalizada Doménica-.
Danni no esperó la respuesta, y suavemente le quitó el traje que cubría sus pequeños pezones. Y llevó sus labios hasta succionar aquellas mamas tiernas y suaves, mientras conseguía arrancar de Doménica suaves quejidos de secreto placer y lamentables ruegos:
No Danni, no, no me hagas daño, por favor.
Entonces Danni reaccionó y se sintió mal por haberse dejado arrastrar por la pasión. Los remordimientos católicos fueron tan grandes, que junto con el sabor amargo que los pezones de Doménica le habían dejado en la boca, se sintió preso de un fuerte malestar. Entonces, con lágrimas en los ojos le dijo:
¡Lo siento!, ¡lo siento mucho mi amor!, ¡perdóname!
¡Qué hiciste, Danni!, ¡qué hiciste!
Ambos muchachos de diez y siete años se sentían avergonzados como la primera pareja pecadora del Edén.
Mientras tanto en la punta de Canoa, Roberto estaba deleitando a las chicas con sus piruetas soul sobre las olas. Parecía que aquella ola de tres metros, tan larga como una cuadra americana, hubiera sido hecha para Roberto. Él bajaba las olas con una gracia y una determinación casi elástica. Tenía un fino sentido para seleccionar la ola que lo llevaría y para dejarse arrastrar por la espuma. Manuel Fernando se concentró en las olas de gran tamaño y de esa manera se sentía libre. Hubo un momento en que agarró una ola que parecía de cuatro metros, de lo grande y descomunal que era, y se fue en ella de lo más tranquilo, como si nada. Pava Loca y Joey se quedaron con la boca abierta, el corazón palpitante, y bien impresionados de semejante proeza.
Después de un rato Danni y Doménica regresaron de LOS APOSENTOS y venían entre preocupados y felices, porque habían abierto nuevas puertas en su vida, traían en sus labios un nuevo conocimiento sobre su sexualidad, y poseían en sus manos el gusto y el terror de un nuevo secreto entre ellos.
Ingrid de inmediato se dio cuenta que algo había pasado allá, porque en el rostro de Doménica se reflejaba algo, un misterio, había una cierta satisfacción que la preocupaba, una sensación agridulce.
El tiempo transcurrió apaciblemente y llegó la hora del crepúsculo. Los chicos empezaron a mostrar los signos del cansancio y del frío.
Cuando salieron del punto, empapados y hambrientos, las chicas los estaban esperando alrededor de una fogata que había realizado Danni con la ayuda de Doménica y todas estaban cubiertas con colchas por el frío producido por el viento de la tarde y la brisa marina.
De inmediato se fueron al hotel Palmeche y alquilaron una habitación con dos literas. Entonces Pava Loca los sorprendió con una noticia nueva y refrescante: había traído de Salinas un cassette con música de un concierto en vivo de Peter Frampton.
Los chicos esperaron que las chicas se bañen con agua dulce mientras se deleitaban con la música de Peter Frampton, su guitarra eléctrica y su sintetizador. Los chicos y las chicas después del baño se deleitaron con algunos manjares que habían comprado en la calle principal de Canoa.
Los chicos estaban muertos de cansancio y sólo querían quedarse, ahí, acostados en la cama sin hacer nada, pero las chicas estaban impacientes por salir a pasear por la avenida única de Canoa para ver qué había de nuevo. Al final tanto insistieron que Manuel Fernando, Danni y Joey accedieron a salir, menos Pava Loca y Roberto que decidieron quedarse acostados en el hotel.
La noche estaba transparente, las estrellas brillaban allá en lo alto del negro firmamento con un esplendor único y sorprendente. Manuel Fernando e Ingrid iban adelante caminando con las manos entrelazadas, Joey y Nicole los seguían de cerca y Danni y Doménica iban en la vanguardia caminando abrazados. De pronto Doménica le dijo a Danni en el oído y en voz bajita:
¡Espero que no le cuentes a tus amigos lo que me hiciste en LOS APOSENTOS!, ¿ok?
No, por supuesto que no, mi amor. Eso es un secreto entre tú y yo. Además si otras personas se enteraran, tendría que casarme contigo, ¿no?
¡No tendrías que casarte conmigo por eso!, además no fue nada, no pasó nada.
¿No pasó nada?- preguntó irónico Danni-. A mi me parece que te arranqué un pedacito de tu vida, ¿no?
¡Tonto de mi vida!- le dijo Doménica-.
De pronto, al final de la calle, llegaron a una cabaña de madera y caña de la que se escuchaba a todo volumen una canción de Bryan Adams, titulada: THE SUMMER OF 69, y resultaba que en aquella cabaña se encontraban cuatro amigos más de los hermanos Russo y se trataban de Jaime, Rod, Chechi y Gustavo.
Jaime estaba asomado en la ventana y los vio y de inmediato los llamó y los hizo pasar. Jaime tenía el brazo enyesado porque en una caída que sufrió en LA FAE, en marea baja, chocó su brazo con una filuda roca y se le partió el hueso.
Cuando Manuel Fernando, Danni y Joey entraron a la cabaña junto con las chicas no podían creer lo que estaban viendo. Sus cuatro amigos habían abierto un cartón de botellas de vino Concha & Toro y se la estaban pasando de lo lindo con la radio de pilas, el ambiente todo iluminado por las velas y el vino que corría como río desbordado por la lluvia. De pronto afuera se empezó a iluminar el firmamento y a escuchar fuertes estampidos provocados por los rayos, truenos y relámpagos y de inmediato se desató una fuertísima lluvia.
Adentro las chicas se acomodaron en el suelo de madera y Nicole las sorprendió al encontrar en un rincón de la cabaña unas cartas para que ella, y sus amigas se pongan a jugar para no aburrirse.
Los chicos empezaron a contarse historias de cuándo habían llegado y se pusieron a beber del dulcísimo vino rojo como la sangre. Todo al compás de los acordes de la música de la banda de Super Tramp, TOTO y de Bryan Adams.
Así pasaron toda la noche, bebiendo y hablando de tabla y de las olas grandes e interminables de Canoa.
Afuera la lluvia se había convertido en tempestad y el agua venía con viento. Manuel Fernando después de unos cuantos vasos de vino sintió caliente la sangre y se fue a acostar al altillo de la cabaña junto con Ingrid. Ahí se quedaron hablando sobre cómo estaría de crecida la marea mañana por la mañana, de cómo serían sus hijitos cuando los tengan, de cómo regresarían a Salinas después de tres días, de la gasolina para la Satation Wagon y del hambre. Ingrid tenía mucha hambre, así que Manuel tuvo que levantarse y bajar por la escalera para preguntarles a los chicos si tenían algo de comer y fue Chechi, quien les respondió:
Tenemos unos sánduches de atún de ahora en la tarde que sobraron y pescado seco con sal, ¿los quieres Ingrid?
¡Claro que sí!, estoy hambrienta, ¡cómo se te ocurre!
Y la enamorada de Manuel Fernando devoró los sánduches de atún con mayonesa con el placer de un náufrago. El hambre de Ingrid contagió a las otras chicas y ellas devoraron todo el pescado seco con sal que quedaba. El pescado seco era una exquisitez de la península y consistía en coger el pescado crudo, bañarlo en sal y dejarlo que se cocine al sol y de esa manera quedaba sabrosísimo al paladar de los turistas.
Después de comer los chicos se quedaron con los rostros iluminados por las velas y Danni empezó a contar la tenebrosa historia del encadenado de Santa Elena. El asunto consistía en que en Salinas en la época remota había un borrachín, que siempre se iba ebrio a la casa después de salir de su trabajo y en una ocasión lo apuñalearon y lo encadenaron en las vías del tren. Lógicamente, cuando el tren pasó, despedazó el cadáver. La tradición cuenta que desde entonces todas las noches, a las doce de la noche, los perros comienzan a ladrar desde Santa Elena hasta Salinas.
Curiosamente Manuel Fernando confirmaba aquella historia porque él era un gran trasnochador y siempre se había familiarizado con los aullidos fantasmagóricos y sin explicación de los perros a las doce de la noche salinera.
Las chicas después de oír tan tétrica historia se quedaron despiertas, con los ojos bien abiertos, mirándose las unas a las otras, hasta bien entrada la madrugada.
QUINTA PARTE
EL SEGUNDO DIA EN CANOA
Cuando terminó de llover y las chicas se hubieran aburrido de jugar y jugar cartas interminablemente, de jugar al acusado y al teléfono, los chicos decidieron regresar al hotel PALMECHE, y se despidieron de los cuatro amigos que estaban ya acurrucados en sus fundas de dormir, que también utilizaban como forros para las tablas.
Aquella noche en Canoa el clima era incomprensible. La noche lucía despejada, estrellada, y al momento del cielo se desprendía un aguacero, que ya casi parecía una tormenta eléctrica, y luego,, nuevamente volvía a escampar, pero ahora, la noche en aquel punto de la costa y fin del mundo, lucía nublada, fría y el ambiente estaba lleno de humedad.
La única calle principal estaba casi intransitable por el lodo provocado por la lluvia y cuando llegaron al hotel PALMECHE, tuvieron que sacarse los zapatos y llevarlos en la mano al cuarto.
Cuando entraron al cuarto todo estaba oscuro y tuvieron que encender la luz. Al ver que Pava Loca y Roberto estaban dormidos en sus respectivas fundas de dormir, dejaron para mañana la noticia de que habían llegado a Canoa Chechi, Jaime, Rod y Gustavo.
Esta vez Danni se acomodó en una litera junto a Doménica y Manuel Fernando se acomodó en la otra con Ingrid. Joey se metió en su funda de dormir y Nicole se fue a la cama de una de las literas.
Las noches en Canoa son silenciosas, muy silenciosas. La humedad hacía transpirar los cuerpos y Joey no podía dormir porque el vino le hacía hervir la sangre. De pronto se destapó, se levantó, cogió la radio de pilas con el cassette de Peter Frampton y se fue a la cama. Ahí la encendió para escuchar la música con volumen bajito y después de escuchar algunas canciones se quedó sumergido en el negro abismo del sueño.
Afuera los dioses observaban.
La aurora de dedos rosa pronto apareció por la ventana del hotel PALMECHE y el primero en levantarse hambriento fue Pava Loca. Con su cuerpo delgado, su larga melena a lo Marck Richards, de amplias espaldas, se dirigió al baño y se cepilló los dientes. Cuando salió, Roberto lo estaba esperando para entrar al baño pues tenía urgencia de orinar y evacuar.
Poco a poco se fueron levantando el resto de la gallada y de inmediato les empezó a rondar a todos una sola idea en la cabeza: ir a desayunar.
Las chicas se vistieron con sus trajes de baños y sus abrigos y se fueron a desayunar a un restaurant que quedaba junto a la playa. Las mesas eran de madera y sobre ellas los dueños habían colocado unos plásticos de diferentes colores que las cubrían completamente. Aquellos manteles estaban limpios, recién restregados para evitar a los turistas la molesta compañía de las moscas.
Desde donde estaban podían ver el punto de quiebre y se dieron cuenta que el mar estaba agitado, las olas estaban grandes después de la tormenta de anoche.
Los chicos bebieron rápidamente su taza de café y se comieron aprisa sus bolones de verde con tocino y se fueron directamente al mar.
Las chicas lo hicieron todo con más calma, masticaban despacio, con sus ojos se extasiaban de la hermosura del paisaje compuesto por arena amarilla, vegetación verde del cerro junto ala punta y el mar azul. Toda la atmósfera era salvaje y una borrachera de colores y olores primitivos, completamente diferentes a los de la gran ciudad con sus cloacas pestilentes, su ruido contaminante, el ajetréo y los alaridos de los choferes que siempre pitan...
Cuando los chicos llegaron a la orilla, descubrieron la figura alta y regordeta de Jaime con su brazo enyesado, y junto a él, se hallaba Rod, todo mojado y secándose con una toalla, ellos estaban impacientes por colocar la cera sobre la tabla y el cordón salvavidas en los tobillos.
Pronto se metieron en el agua sólo para descubrir que mar adentro estaban Chechi y Gustavo, remando contra la corriente.
Joey se quedó afuera un momento ayudando a las chicas a armar el parasol, haciendo compañía a Nicole y mirando el horizonte de la playa cubierto parcialmente por una neblina, rota apenas por el estruendo que producían las olas al reventar sobre el mar, olas gigantescas y feroces.
De pronto Rod y se dirigió a Joey y le dijo con tono solemne:
Oye pelado. Ven acá. Ténme este cigarrillo.
Y le puso en la mano a Joey un cigarrillo de marihuana. Y luego agregó:
Este cigarrillo es sólo para mí cuando salga de hacer tabla para ver el atardecer.
Bueno.-le contestó nervioso Joey-.
Después de un rato apareció fuera del agua la figura de Chechi y se le dirigió a Joey y le preguntó:
Rod te dejó un grifo, ¿no?
Sí, pero me dijo que no me lo fumara que era sólo para él para después de surfear y para ver la caída del sol.
No importa, no importa, dámelo que yo lo prendo, y si Rod te dice algo yo le digo que me lo fumé yo.
¡Estás loco, hermano, ese hijoputa es capaz de sacarme la chucha por ese bate!
No te preocupes pelado que yo hablo con él. Vamos, vamos, rápido enciéndelo ya, apúrate.
Además están las chicas, imagínate lo que van a pensar.
No te preocupes que yo me voy caminando por la playa y no se van a dar cuenta de nada.
Bueno, toma tu grifo, yo no sé nada de todo este asunto, yo me desentiendo de este lío que vas a formar.
Y efectivamente se fue Chechi por la playa con rumbo a las cuevas de LOS APOSENTOS, fumándose su grifo y disfrutando del paisaje, mientras las chicas se lo quedaban viendo con reprobación. Cuando Joey se acercó al grupo de las chicas éstas lo cogieron a cargo y lo interrogaron como si fuera un delincuente.
¿Y qué quería Chechi?-le dijo Ingrid a Joey-.
Nada quería que lo acompañe a conocer LOS APOSENTOS, pero le dije que allá sólo van las parejas de enamorados a toquetearse, ¿no?
Y cuando dijo esto, Doménica agachó la cabeza y se puso coloradita. Ingrid en seguida tomó nota de este asunto y se quedó pensativa mirando el horizonte marino donde se dibujaban las siluetas de los chicos cogiendo olas de manera automática y bajándolas desde una altura de vértigo. Ellos sí que sabían pasarla bien. A ellas sólo les tocaba echarse el bronceador y coger el poco sol que despuntaba aquella mañana en Canoa.
Pero justo atrás de ellas los locales habían improvisado una cancha de voley ball y a Nicole se le ocurrió la idea de echarse, con las muchachas, un partidito junto a Joey, que de inmediato dijo que sí.
Así que Doménica e Ingrid hicieron un equipo y Nicole y Joey hicieron pareja para enfrentárseles en un juego amistoso, teniendo como árbitro a Jaime con su brazo enyesado.
Mar adentro Gustavo y Danni se estaban disputando una ola gigantesca de tres metros que venía toda oscilante desde el horizonte. Cuando Danni la cogió ya estaba sobre ella Gustavo y éste le dijo:
Heeey, salte que esta ola es mía.
Y Danni se quedó pasmado viendo impotente como Gustavo se iba en una olota descomunal. Más atrás Manuel Fernando se iba en una ola que parecía de cuatro metros y en verdad os digo que este muchacho era un surfista de alto nivel.
Rod empezó a remar una ola que Pava Loca le cedió gustoso. En ese momento en Canoa había olas grandes hasta para regalar. Rod empezó a remar y remar aquella ola y finalmente la agarró hasta irse y bajar la concha que rápidamente se formó. Fue un descenso espectacular. Algunos locales de Canoa se empezaron a aglomerar en la playa para ver a estos turistas bañarse y hacer sus acrobacias sobre las olas furiosas.
Después de un rato Danni le puso el ojo a una ola grande, la remó y logró irse en ella. La ola era tan perfecta que una vez cogida la ola, de inmediato Danni logró tubearse dentro de ella.
Cuando pasaron las tandas de mama rusas a Pava Loca no le quedó más que conformarse con las olas que ya había corrido hasta que de pronto atrás en el horizonte empezaron a aparecer unas enanas blancas, que eran tubulares y rapidísimas y entonces Pava Loca decidió que era el momento y la oportunidad que estaba esperando.
Pava Loca remó con toda su fuerza una enana blanca que ni bien la cogió, el grueso labio del pico le reventó en la espalda y lo tubeó. Al mismo tiempo Pava Loca, con un equilibrio increíble, descendió por el filo de la ola salvando la peligrosa concha hueca que se había formado en esta olita rapidísima de dos metros.
Cuando Chechi terminó de fumarse el cigarrillo de marihuana de Rod, se detuvo en el camino selvático que lo conducía a través de las montañas con rumbo a los aposentos, y regresó a Canoa. Caminar por en medio del follaje grifote era toda una aventura, pero había que tener cuidado con las garrapatas que pululaban por entre esos montes. Aquellos bichos diminutos podían beberse tu sangre hasta crecer tres veces más de su tamaño normal.
Danni cansado de correr olas y deseoso de sentirse cerca de su enamorada, cerca del tierno calor de su cuerpo, cogió una ola y se fue a la orilla. Salió todo encharcado de agua salada, enterró la tabla hasta dejarla parada en la arena húmeda y caminó hasta donde estaba Doménica toda agitada y sudada mientras jugaba voley ball.
Con una sonrisa en los labios y con una mirada pícara le dijo mientras la miraba profundamente a los ojos:
¿Quieres ir de nuevo a LOS APOSENTOS?
Y ella le respondió aterrorizada, pero llena de entusiasmo:
¡Bueno!
Ingrid le dijo:
¡Doménica no te vayas que descompletas el equipo!
Pero Chechi, que estaba grifote de espectador del partido le dijo a Ingrid:
Déjalos a los tórtolos que se vayan a pasear por la playa. Yo ocuparé el lugar de Doménica. ¡A ver, a ver!, ¡juega!
Danni y Doménica se fueron abrazados por el viejo caminito en medio de la selva hacia las cuevas de LOS APOSENTOS. Sus corazones palpitaban aprisa porque ambos sentían una necesidad de tocarse, de besarse, de desnudarse y apretar sus cuerpos, de fundir sus almas.
Cuando entraron en las cuevas y estuvieron frente a la duna donde se habían tocado la vez anterior, Doménica fue la primera en acostarse sobre la arena y Danni se sentó junto a ella. Estaba sumamente nervioso. El corazón le latía poderosamente. Doménica le tocó el hombro en señal de que se relajara y Danni se acostó junto a ella y se volteó para mirarla. Entonces Doménica le dijo:
¿No quieres besarme?
Sí, tengo muchas ganas.
Entonces Danni juntó sus labios contra los de ella y luego le besó el cuello y Doménica esta vez no protestó para nada y cuando Danni llegó a sus pequeños y duros pechos, ella se quitó despacio el sujetador de baño, y Danni pudo succionar con más libertad aquellos pezoncitos morenos. Doménica se sentía aliviada porque desde la última vez que Danni la había tocado e interrumpido se había sentido angustiada, su entrepierna estaba siempre húmeda y no sabía lo que la excitaba tanto. Ahora que Danni había vuelto a depositar sus labios sobre sus chichis todo era mejor y ella sentía una tranquilidad y un placer que nunca antes había conocido.
Danni, en cambio, sentía un endurecimiento de su miembro viril, que lo molestaba tanto. Sentía como si una fuerza viva estuviera a punto de desbordarse fuera de él. De pronto decidió no detenerse en las chichis de su enamorada y con sus labios siguió bajando por el abdomen hasta llegar a su entrepierna. Y entonces fue cuando ella se asustó un poco porque nunca nadie la había tocado por ahí. Y decidió advertirle:
¡Cuidado Danni, piensa bien lo que vas a hacer!
Es que me gustas tanto- le respondió Danni-.
No ahí no, por favor- le dijo agónicamente Doménica-.
Pero Danni le fue bajando el pantalón de baño a su enamorada muy lentamente hasta dejar al descubierto su pequeña matita de vello púbico, que estaba empapada de deseo. Danni hundió muy suavemente sus labios en aquel oloroso matorral y restregó sus labios hasta que se decidió utilizar su lengua para explorar la virginidad de Doménica.
Aquellos pliegues de piel estaban saladitos y tenían un olor peculiar. Este proceder arrancaba quejidos a Doménica y unas lágrimas afloraron en los ojos de la niña. Pero Danni ajeno a este drama sólo estaba concentrado en saciar su sed de pasión. Con su lengua recorría de arriba abajo y de izquierda a derecha en aquella hendidura provocándole grandes estremecimientos a Doménica, que sentía que sus entrañas se le iban a salir por entre sus entrepiernas. De pronto se sentó y agarrando con las dos manos la cabeza de Danni le dijo:
¡Ya basta papito, nos estamos haciendo daño!
Y Danni le respondió:
Está bien, está bien. Discúlpame, pero siento que te amo mucho.
Yo sé, yo sé, pero tenemos que controlarnos.
Y de pronto Doménica se percató del miembro endurecido de Danni, que sobresalía por debajo de su pantalón de baño. Y entonces hizo algo sin pensar. Llevó su pequeña mano hasta allí y le apretó el falito endurecido y luego le dijo:
Quítate el pantalón, pronto.
Y Danni, todo tembloroso, se desabrochó el pantalón y su miembro duro como una roca brotó hacia fuera. Y Doménica se acercó y llevó sus labios hasta la cabeza del falo y se metió la pieza de carne en la boca hasta tragárselo todo. Esta vez fue Danni quien la detuvo y la abrazó bien fuerte. Luego le dijo:
¡Vámonos!
¿Hice algo malo?
No mi amor, todo está bien, pero tenemos que detenernos. Vámonos, caminemos hasta Canoa y respiremos el aire puro hasta tranquilizarnos.
Mientras tanto en la playa de Canoa, Rod salía de surfear y fue directamente adonde se encontraba Joey y le preguntó:
¿Dónde está mi bate?
Y al ver que Joey se ponía nervioso porque no aparecía Chechi, le preguntó amenazadoramente:
¿Te fumaste mi bate?
Entonces apareció Chechi y le dijo en tono amistoso a Rod y para que se calmara:
Ya tranquilo Rod, no le vas a pegar al pelado. Yo le dije que me lo diera- y Joey se apresuró a confirmar aquella noticia-.
Sí, sí, es verdad él me convenció de dárselo, fue él.
Y Chechi continuó:
Ya Rod, tranquilo, que no pasa nada, yo te doy ahora de noche de mi funda.
Sí, pero yo quería fumarme un grifo después de surfear para ver la caída del sol, ¿no?
Entonces aparecieron Ingrid y Nicole y al ver el rostro pálido de Joey les preguntaron:
¿Qué es lo que pasa, qué son todos esos gritos?
No pasa nada, no pasa nada-dijo Chechi-. Vamos a seguir jugando Voley, vamos.
Y Joey se fue a jugar Voley en el equipo de Nicole.
Últimamente se habían enfriado las cosas entre ellos. Cada cual andaba por su lado, aunque se acostaran juntos en la misma litera. Era como si Nicole le tuviera miedo y él no quisiera perturbarla para nada y pasar silencioso y desapercibido.
Al final el viaje no había resultado para Joey como él lo había pensado. Las olas eran demasiado grandes y demasiado largas. Y cada vez que cogía una ola tenía que correrla hasta la orila y eso significaba que terminaba a casi medio kilómetro de la playa donde estaban las chicas, y de ahí tenía que regresarse a pie por la playa. Simplemente era demasiado esfuerzo luchar contra la corriente y venirse remando por el mar. La corriente era de mar abierto y halaba durísimo.
Mientras Joey se encontraba en estos pensamientos aparecieron los tórtolos con cara de ser pecadores e Ingrid se la quedaba mirando a los ojos a Doménica como tratando de adivinar lo que estaban haciendo allá y Doménica con una sonrisa de picardía en los labios esquivaba aquella mirada inquisitiva que le dirigía su amiga.
Danni empezó a recoger leña y maderos secos que habían encallado en la arena, papel periódico y basura combustible para hacer una fogata. Cuando la encendió provocó una llamarada gigantesca que alumbró el cielo que empezaba a esconder al sol para dar paso a la noche.
Mar adentro el mar no paraba de generar olas gigantescas, pero los muchachos ya daban señales de agotamiento y frío. Así que, poco a poco, fueron saliendo a la playa a calentarse en la fogata de Danni.
Los chicos comentaban que no había mejor sensación que llegar a una playa que no tiene olas y que de pronto se empieza a picar y a generar olas tras olas hasta ponerse tuco y de gran tamaño.
Luego la sensación de poder de surfear todo el día, salir a comer, y volverse a meter al agua a seguir surfeando. Simplemente no había nada que se puede comparar a esa clase de felicidad.
Pava Loca se puso a contar a los chicos que en una ocasión al viajar a San Mateo se encontró con que la furia del invierno había arrastrado dos puentes entre Manta y San Mateo, y él y Roberto tuvieron que cruzar un río correntoso con el agua hasta el cuello agarrados a una poderosa soga.
Joey hablaba de que los adelantos que un surfista hace en el deporte son mágicos porque simplemente salen, aparecen, sin que uno los espere. Ni te enteras cuando te empiezan a salir las maniobras más inverosímiles e inesperadas.
Manuel Fernando hablaba de que lo que más le gustaba eran las fiestas de pueblo y los matrimonios porque se escuchaba una música ya pasada de moda en el Guayas, y la gente trataba a los turistas de una manera especial como si ellos fueran seres de otro planeta.
Rod y Chechi contaron que en una ocasión cuando regresaban de noche del pueblo a la punta de San Mateo, donde tenían la carpa armada, les salieron unos policías, que les pidieron documentos, y ellos a pesar de que les dijeron que eran surfistas, ante la necedad e insistencia de los policías, tuvieron que decirles que si querían ver papeles, tenían que subir el cerro hasta las carpas, porque ahí estaban sus papeles y en medio del camino-dijo Chechi asombrado y cabreado-, éste hijoputa de Rod salió corriendo...
- Y yo tuve que convertirme en fugitivo de la ley, y salir corriendo también hasta perdernos en el desierto. Y dormimos en medio de la nada, soportando el frío y los policías estuvieron buscándonos toda la noche y gritando. Cuando amaneció, fuimos a la carpa. Los policías ya se habían ido. El cuerpo nos dolía tremendamente por haber dormido en la arena y los matorrales del desierto, y cuando llegamos al cementerio donde estaban armadas las carpas nos dimos cuenta que había una fiesta escandalosa en el cementerio, que los locales, pescadores de San Mateo, habían organizado por el día de los difuntos. Luego Rod dijo:
¿Te acuerdas cuando en una ocasión llegamos a Montañita grifotes y lo hicimos en el momento en que caía el sol?
Sí, sí me acuerdo, estábamos trepados en el techo de la chichera y presenciamos un espectáculo incomparable.
¿Por qué los surfistas fuman marihuana?-preguntó Ingrid-.
No lo sé-contestó Rod-.
Tal vez la marihuana forma parte del estilo de vida de un deportista que continuamente experimenta grandes descargas de adrenalina-se atrevió a opinar Nicole-.
¡Vaya Danni!, ¿de dónde han sacado a esta niña prodigio?- dijo Chechi-.
No deberían fumar marihuana, así todos drogados en medio de las olas furiosas se pueden ahogar-dijo Doménica, preocupada por Danni-.
Lo que pasa es que es super divertido fumar marihuana. Te mueres de la risa. En una ocasión nos fuimos grifotes a visitar una hacienda ganadera por Canoa, y cuando nos sentamos sobre unos maderos, todos alucinados, para ver las vacas, a mí y a Chechi nos dio la impresión de que todas las vacas nos estaban mirando y que sabían que estábamos grifotes. Y fue una idea que a se nos ocurrió a mí y a Chechi al mismo tiempo- dijo Rod sin que se le pueda ocurrir una explicación más intelectual para responderles a las chicas-.
La marihuana no es inofensiva del todo. Tiene radicales libres que son muy irritantes y provocan cáncer al pulmón y a la garganta. Pero por otro lado su consumo está tan generalizado que muchos intelectuales hippies quieren legalizarla- dijo Danni-.
Además hasta ahora no hay un solo registro de una muerte por sobredosis de marihuana, ¿sabían?- dijo Jaime y se frotó su brazo enyesado-.
Bueno, será mejor terminemos esta conversación y nos vayamos a descansar y a bañarnos. Me pica todo el cuerpo por la arena-dijo Ingrid-
De esa manera concluyó el segundo día en Canoa.
Cuando Danni y sus amigos llegaron al hotel PALMECHE estaban sumamente cansados y desesperados. Las chicas estaban impacientes por meterse en la ducha y los chicos estaban hambrientos, pero agotados. Sucios pero felices. La corrida había sido sensacional. Manuel Fernando tenía hinchadas las piernas y los brazos de tanto correr olas gigantescas. Joey le contó a Danni sobre el incidente con Rod y su grifo de yerba y el escándalo que le hizo en la playa. Danni tenía la mente clavada en todo lo que estaba haciendo con Doménica y lo que más le preocupaba era que quería más, y muy en el fondo, sabía que ella también quería más. Roberto y Pava Loca se peleaban el turno de tener la radio para escuchar las canciones de Peter Frampton, pues no había más música que escuchar en todo el maldito pueblo.
Cuando las chicas terminaron de bañarse y acicalarse nuevamente, quisieron salir a pasear por el pueblo ya que desde el hotel se escuchaba el ruido que hacían los locales al celebrar una fiesta. Y esta vez todos los chicos quisieron salir a ver qué pasaba.
Ingrid no la dejaba en paz a Doménica con sus preguntas sobre qué era lo que hacían en aquella playa para los enamorados llamada LOS APOSENTOS. Nicole prefería no enterarse de nada y cada vez que se acostaba en una de las literas se sorprendía de la cantidad de arena que tenían, en una ocasión dijo:
UF, aquí hay más arena que en la playa.
Porque los chicos se acostaban después de llegar de la playa. Toda esta sensación de libertad era algo nuevo para Nicole y la mareaba un poco cuando lo Empezaba a razonar todo. El tener que vivir con aquellos chicos mayores y sus amigas le había abierto la mente un poco y le había ensanchado su horizonte. Pero extrañaba la privacidad y la meticulosa limpieza de su hogar y de su habitación.
Cuando salieron a la avenida única de Canoa fueron testigos del desfile y el ambiente de fiesta. El canelazo campeaba por sus respetos en cada esquina de aquella calle. Todo era una locura y cuando llegaron a la cabaña donde estaban alojados los otros amigos de Danni se alegraron mucho al ver que ellos sí tenían algo que comer. Jaime había conseguido un balde de queso fresco y todos estaban rebanándolo para comerlo. De pronto se escuchó una gran explosión y se fue la luz en todo el pueblo de Canoa. Para rematar se empezó a escuchar tronar el cielo y de pronto empezó a caer un tremendo aguacero. Las chicas se sentaron juntas en el altillo y entre risas nerviosas de complicidad se iban comiendo sus porciones de queso fresco. Para sus paladares hambrientos aquellas porciones de queso eran las cosas más exquisitas del mundo. Abajo Chechi y Rod empezaron a descorchar una botella de vino Concha y Toro y al juntar el rojo líquido con las porciones de queso se sentían los hombres más dichosos del mundo. Manuel Fernando encontró en una funda de dormir un cassette del grupo Rush y se puso feliz de tener otra clase de música aparte de Peter Frampton. Lo colocó en la casetera y ahora sí el ambiente estaba completamente loco con la música esquizofrénica de RED BARCHETA.
Cuando quedaron hartos de comida y bebida se empezaron a acurrucar en sus fundas de dormir y los hermanos Russo y sus amigas comprendieron que era la hora de marcharse, era increíble como todo había transcurrido tan rápido.
SEXTA PARTE
EL TERCER DIA EN CANOA
Danni y sus amigos se estaban quedando sin ropa limpia y sin dinero. Toda la noche había llovido en el pueblo y la humedad se filtraba en la pequeña habitación del hotel. La noche transcurría lentamente y Danni no podía dormir y como estaba acostado junto a Doménica le susurró al oído:
¿Estás dormida?
No puedo dormir con este calor, ¿y tú?
Tengo muchas cosas en la cabeza. No dejo de pensar en ti y en mí.
¿Te preocupa todo lo que hemos hecho?
No sé, no sé. Es una sensación extraña el sexo prematrimonial. Tengo tantas ganas de tenerte, pero luego tengo miedo y me entran muchas dudas. Lo peor de todo es el arrepentimiento. Mis padres no son una pareja ejemplar, ¿sabes? Todo el tiempo se la pasan peleando y discutiendo y parecería que ya no se aman y que se odian. No quiero que eso nos pase a nosotros.
Y Doménica se viró en la cama para abrazar a su afligido enamorado y le dijo con ternura:
No te preocupes por eso, mi amor. Nosotros somos diferentes y nada de eso nos va a pasar. Ya quédate tranquilo, nosotros vamos a ser felices como mis padres, que llevan muchos años de casados, y no necesitan nada en el mundo aparte de ellos dos. Yo soy una mujer muy fiel como mi madre.
Además me preocupa Joey. Hoy pasó un susto terrible. Rod lo amenazó con caerle a puñetes porque creía que se le había fumado su bate.
¿Qué pasa con Joey? Déjalo en paz que se haga hombre. Además hoy estuvo todo el tiempo con nosotras sin despegársele a Nicole. Y Nicole, me parece que ya está harta de Canoa y se quiere regresar a Salinas. La vida vagabunda y nómada del surf no le llama mucho la atención.
Bueno, por suerte, mañana es el último día. Surfeamos en la mañana y nos vamos. Es una maldita desgracia porque las olas están tremendamente poderosas.
Sí, pero estamos completamente chiros. Sin un sucre partido por la mitad y vamos a pasar hambre. A Ingrid no le importa, por lo que veo, ella es como la sombra de Manuel Fernando. Esa sí que es una pareja de enamorados ejemplar. Y a propósito de Ingrid, ¡no para de preguntarme y de sonsacarme lo que hemos hecho en LOS APOSENTOS!
¿Y le dijiste algo?
¡No, qué estás loco!
¡Por Dios no se te ocurra decirle nada porque todo el mundo se enteraría y se armaría un escándalo! Tendríamos que casarnos.
Nadie se va a enterar de nada, papito. Todo eso es un secreto entre tú y yo.
De pronto en medio de la oscuridad de la noche se escuchó una queja:
SSSSHHHH, por favor dejen de cuchichear, cállense y dejen dormir.
Aquella segunda noche en Canoa estuvo llena de humedad acompañada por el ruido que las gotas de agua hacían en el techo del hotel. Rayos y truenos estallaban en el negro firmamento y Danni comprendió que en el mundo existían fuerzas poderosas e inimaginables. Comprobó la existencia de Zeus el que nubes reúne.
Cuando amaneció la aurora de dedos de rosa se posicionó sobre el pueblo de Canoa con su máximo esplendor. La primera en despertarse fue Nicole que no sabía el momento en que los chicos regresaran a Salinas para quedarse metida en el baño una hora y sacarse toda la arena y el sudor pegajoso que la incordiaba.
Se moría de hambre y fue a despertar a Doménica para que se levantara rápido y la llevara a tomar desayuno como si ella fuera su madre y la culpable de todo aquel lioso viaje al fin del mundo.
Pronto las chicas se levantaron y se turnaron para meterse en el baño para lavarse los dientes, orinar y peinarse.
Pava Loca se levantó de buen humor aquella mañana y ya estaba impaciente por meterse al agua a remar y seguir cogiendo olas, el hijoputa era una máquina de surfear.
Cuando los chicos estuvieron listos empezaron a hacer la vaca para reunir todos lo sucres que les quedaban para pagar un buen desayuno. Con el importe del dinero se fueron al mismo saloncito junto al mar de mesas cubiertas de plástico para desayunar huevos duros con café puro.
Pava Loca fue el primero en llegar al punto de quiebre y de inmediato se percató de que la punta estaba repleta de pequeñas manta rayas. Sus rabos ponzoñosos eran un peligro para los deportistas y esto lo puso inquieto. Joey no sabía cómo remar entre tanta manta raya sin llegar a tocar una de las espinas venenosas que llevan en el rabo.
Las olas habían perdido poder, pero seguían siendo grandes y tubulares y Roberto sentía verdadero placer de irse en cada una de ellas y bajarlas con su estilo suave, carente de movimientos bruscos, un estilo soul, donde la elegancia de los movimientos era el lenguaje con que se transmitían las sensaciones que el observador captaba.
Cuando Danni se percató del congestionamiento de manta rayas en el agua, de inmediato le dijo a su hermano que se saliera del agua, pero éste le respondió que como hoy era el último día de surf no se lo quería perder por nada del mundo.
Afuera las chicas recibían la ayuda de Manuel Fernando para colocarles el parasol, para que les untara en las requemadas espaldas las porciones de Coopertone y para conversar un rato. Manuel Fernando se dio cuenta de inmediato que las olas habían perdido altura y a él no le gustaba correr olas sin fuerza. Había traído la radio de pilas y se deleitaba escuchando una y otra vez las canciones de Peter Frampton, Donna Summer, Kool & The Gang y sobre todo la canción RED BARCHETA del grupo RUSH.
Ingrid disfrutaba las pocas ocasiones en que su fiel y eterno enamorado se quedaba en la playa junto a ella. Y en estas raras ocasiones ella le leía interesantes artículos del Selecciones del Reader’s Digest, que tanto le gustaban a ella. Ingrid siempre llevaba unas dos o tres revistas a la playa para leer mientras cogía sol, aunque sólo podía leer cuando el tiempo estaba nublado porque el resplandor del sol le dañaba las retinas.
De pronto Manuel Fernando le dijo a Ingrid:
¿Quieres ir a conocer las cuevas de LOS APOSENTOS?
¡Bueno!- le dijo ella-.
Y Doménica se puso colorada y se sonrió. En aquellos momentos soñaba despierta con Danni y con la forma como la tocaba y se unía a ella. La pasión la atormentaba y quería que Danni de verdad hiciera algo para que ella vuelva a sentir que las entrañas se le escapaban del cuerpo. Pero por otro lado tenía miedo de que alguien los viera. Aunque era imposible que la pequeña y aburrida Nicole los siguiera y los atisbara. Pero sería vergonzoso ser sorprendidos por otros turistas que también iban a aquella playa a tocarse y besarse.
Manuel Fernando e Ingrid se deleitaron con el paisaje al subir por el estrecho sendero selvático a la pequeña loma para llegar a LOS APOSENTOS y ver desde ahí la magnificencia soleada y apabullante del mar.
Cuando llegaron se quedaron verdaderamente impresionados de la altura de aquellas cuevas y pronto se fueron adentrando por los túneles hasta llegar a unas dunas de arena donde se sentaron. Entonces Manuel Fernando le dijo a su enamorada:
-¡Bueno, aquí es donde comienza lo bueno!
¡Estás loco, qué me quieres decir!- le dijo asustada Ingrid-. Será mejor que regresemos, ¿no hay peligro de que suba la marea y nos quedemos atrapados?
Espérate un momento bomboncito, que quiero darte un besito-le dijo Manuel Fernando-.
No seas loco, alguien puede venir. Ya déjate de esas cosas que para eso tenemos el cuarto de mi casa, ¿no?
Y Manuel Fernando creyó escuchar algo, unos pasos, que no eran en realidad nada más que el ruido, el eco de las olas al golpear contra las rocas y se le quitaron todas las ganas de hacer cariñitos a su enamorada. Así que pronto se encaminaron para la salida sin dejar de admirar las formaciones rocosas, que con la fuerza del viento y del agua de mar habían formado aquellas cavernas.
Mientras tanto Roberto, Danni, Joey y Pava Loca habían llegado a la conclusión de que el surf en Canoa había llegado a su fin. Las olas eran cada vez más débiles y el agua estaba infestada de manta rayas, así que decidieron marcharse a Salinas.
Cuando salieron a la orilla se percataron que las chicas habían iniciado una fogata con papeles de periódico, maderas sueltas y basura combustible. Allí estaban sentadas alrededor de aquella fogata, tratando de protegerse del viento helado y de la brisa que venía del mar. Después de un rato llegaron Manuel Fernando e Ingrid y se unieron al grupo. El cielo estaba completamente nublado, el día era gris y amenazaba con lluvia. Nicole estaba desesperada por regresar a Salinas y Doménica se ponía nerviosa por sus silencios prolongados y por su cara de malestar. De pronto Manuel Fernando dijo:
¡Bueno ha llegado el momento de regresar a Salinas!, así que nos vamos.
YUUUpiii-dijo Nicole-.
Sí, estuvo chévere la corrida en Canoa-dijo Danni-.
Adiós, adiós, Canoa, playa salvaje e increíble-dijo Joey-.
Nunca en mi vida he corrido olas tan largas-dijo Roberto-.
¿Cuándo organizaremos otro viaje para acá?-preguntó Pava Loca-.
Cuando tengamos dinero- respondió rápido Danni-. Ya sabemos que para venir acá hay que traer dinero.
Entonces Danni le empezó a hablar a Doménica sobre el buceo y le preguntó si ella quería acompañarlo a una excursión subamarina en los restos de un gran barco de carga que se hallaba sumergido en la playa sur de Chuyuipe, y Doménica lo pensó un rato, pero estaba tan enamorada de Danni que no le podía negar nada y le contestó que sí.
Y ella le dijo que sí porque lo amaba.
Y pronto todos recogieron sus tablas, sus toallas y se dirigieron al hotel de PALMECHE para embarcar sus cosas en la Station Wagon y regresar a Salinas.
FIN
sábado, 29 de mayo de 2010
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